El estado egipcio se encuentra en una difícil coyuntura debido a la presión exterior de los asirios y a la pobreza de la mayoría del pueblo. Proclamado faraón, el joven Ramsés XIII decidió solucionar esta situación con las riquezas que albergaba el tesoro del templo, cuyo clero controlaba también, de hecho, el poder. El lógico enfrentamiento con el grupo sacerdotal que controlaba este tesoro, conduciría al fracaso e inexorable muerte del faraón, siguiendo el país controlado política y religiosamente por los sacerdotes.
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